Las cárceles de EE.UU. adoptan una nueva tecnología para bloquear el uso ilegal del móvil

El director del Departamento de Instituciones Penitenciarias de Carolina del Sur, Bryan Stirling, confía en su planteamiento para mejorar la seguridad en las cárceles. Gracias a las nuevas tecnologías, el estado ha conseguido desconectar más de 800 teléfonos móviles de contrabando, lo que supone un paso importante en la lucha contra las actividades ilegales en las 21 instituciones penitenciarias. Sin embargo, sigue siendo poco probable que el gobierno federal adopte medidas para ampliar la tecnología de interferencia de señales, a pesar de su eficacia potencial. Aunque esta medida protege a quienes se encuentran fuera de los muros de la prisión, también suscita preocupación entre los activistas en relación con la privacidad y los derechos de los reclusos. El equilibrio entre la seguridad y las libertades individuales sigue siendo delicado en el cambiante panorama de la seguridad penitenciaria.


Carolina del Sur ha tomado medidas contra el uso ilegal de teléfonos móviles en las prisiones, poniendo en marcha un programa piloto en la Institución Correccional Lee. Esta iniciativa permite a las autoridades identificar y clausurar los dispositivos de contrabando, inutilizando con éxito más de 800 teléfonos desde el pasado mes de julio en una población de unos 1.100 reclusos. «Nos referimos a ello como un proyecto piloto, pero en esencia se ha convertido en el sistema establecido», dijo Stirling. En un principio, el estado esperaba interferir las señales telefónicas, un método de probada eficacia para desarticular delitos como el tráfico sexual, los asesinatos por encargo y el tráfico de drogas. Sin embargo, la legislación federal prohíbe esta práctica desde hace décadas y no muestra signos de cambio a pesar de las peticiones de las fuerzas del orden, incluida una carta de los principales fiscales del estado a los líderes del Congreso el año pasado. A falta de avances previsibles en el frente legal, el programa piloto de Carolina del Sur en el correccional Lee supone un notable paso adelante en la resolución del problema. El fiscal general de Carolina del Sur, Alan Wilson, que encabezó la carta al Congreso el año pasado, hizo hincapié en la amenaza que suponen los teléfonos de contrabando dentro de las prisiones. Según Wilson, estos teléfonos permiten a los reclusos continuar con sus actividades delictivas comunicándose con el mundo exterior, lo que supone un riesgo importante para la seguridad pública. Para combatir este problema, el Estado ha puesto en marcha un programa que utiliza tecnología de Tecore Networks. En el marco de esta iniciativa, los funcionarios identifican los teléfonos de contrabando mediante un número de identificación único y los envían a las compañías para que los inutilicen. Ahora, el Estado busca financiación adicional para ampliar este plan a otras prisiones. El programa ya ha demostrado su eficacia en la zona de Lee y seguirá utilizándose hasta que se consigan fondos suficientes para implantarlo en todo el estado. El experto en telecomunicaciones Sascha Meinrath advierte de que incluso las medidas limitadas de interferencia de señal, como el proyecto piloto de Carolina del Sur, pueden vulnerar los derechos de los presos al compartir información legalmente protegida con compañías telefónicas privadas. Advierte: «En la búsqueda de la prevención de daños, como los ataques al personal penitenciario, a menudo perdonamos todo tipo de pecados, pero esto no se ajusta al Estado de Derecho». Los defensores de la privacidad digital se hacen eco de esta preocupación, subrayando que cualquier infracción del derecho a la intimidad, aunque parezca menor, puede tener consecuencias importantes para las libertades y la privacidad de las personas.

Contexto de «opciones escalofriantes

La implantación de sistemas de interferencia de teléfonos móviles en las cárceles preocupa desde hace tiempo a los grupos de defensa de los derechos digitales, que la consideran una medida excesiva. La legislación federal prohíbe a las instalaciones estatales y locales el uso de tecnología de interferencia, y la industria de las telecomunicaciones se opone por temor a posibles interrupciones de la señal en zonas adyacentes a las prisiones. En los últimos años, sin embargo, la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) ha abierto cautelosamente la puerta a que estados como Carolina del Sur implanten «sistemas de interdicción del contrabando», una medida que señala un cambio en su postura sobre la interferencia de señales. A pesar de este avance, Stirling cree que, aunque la interferencia de señales sigue siendo una opción viable, es poco probable que se autorice en las prisiones estatales, a diferencia de lo que ocurre en las instituciones federales, donde ya está permitida. «Me encantaría que se autorizara la interferencia», dijo, «pero no veo que vaya a ocurrir, por desgracia». Según Stirling, poner fin a los teléfonos ilícitos en las cárceles podría tener un impacto significativo en el comercio de fentanilo. Subraya la necesidad de reforzar la lucha contra el narcotráfico eliminando estos dispositivos. Sin embargo, Albert Fox Cahn, fundador de S.T.O.P., expresa su preocupación por los sistemas de interferencia e interdicción. Los describe como «opciones escalofriantes» que podrían tener consecuencias imprevistas, sobre todo cuando los funcionarios de prisiones pueden desconectar los teléfonos sin ningún proceso ni supervisión. Cuando se le pregunta por posibles cambios, un portavoz de la FCC señala la ley federal que prohíbe los dispositivos de interferencia, subrayando las limitaciones legales en este ámbito. A pesar de ello, continúa el debate sobre cómo abordar eficazmente la cuestión de los teléfonos ilícitos en las cárceles y su papel en el comercio de fentanilo. El gobernador de Carolina del Sur, Henry McMaster, ha asignado al menos 23 millones de dólares en su propuesta de presupuesto para el ejercicio fiscal 2024-2025, con el objetivo de implantar un sistema avanzado de interdicción similar al utilizado en Lee, en las 21 prisiones del estado. Esta medida se alinea con una tendencia creciente a mejorar la seguridad en las prisiones. El fiscal general Wilson comparó el actual método de desconexión telefónica con el juego del «topo», y subrayó la necesidad de una solución más permanente. Sugirió que la introducción de la tecnología de interferencia sería como «poner una cúpula de hierro sobre la prisión», proporcionando una zona de cobertura precisa y controlada. Este enfoque innovador subraya el cambio hacia soluciones tecnológicas para los problemas de seguridad tradicionales, y promete una nueva era en la gestión de las prisiones, en la que las llamadas telefónicas podrán seguir siendo gratuitas.

Llamar por teléfono sin gastos

Grupos de defensa como Worth Rises sostienen que la interferencia de señal, que bloquea las conexiones de los reclusos con el mundo exterior, es una medida intrusiva. Bianca Tylek, su directora ejecutiva, sugiere que ofrecer llamadas gratuitas o a precio reducido sería una alternativa menos intrusiva que los planes de bloqueo selectivo. Tylek cuestiona la idea de que los reclusos con teléfonos móviles de contrabando sólo los utilizan para actividades delictivas. Sin embargo, Stirling rebate este argumento destacando la asequibilidad y accesibilidad de las tabletas monitorizadas para que los reclusos conecten con sus familias. Señala que una llamada de 15 minutos cuesta sólo 83 céntimos, frente a los exorbitantes costes de adquisición y mantenimiento de un teléfono de contrabando. Este debate pone de relieve la necesidad de un enfoque equilibrado de la comunicación entre reclusos que preserve las conexiones al tiempo que garantiza la seguridad.
La aplicación del plan piloto ha demostrado su eficacia, como pone de manifiesto el aumento de aproximadamente un 68% de las «llamadas telefónicas legítimas». Este aumento indica que el programa está logrando el objetivo previsto. Además, la observación de nuestro equipo de búsqueda proporciona otro testimonio convincente de su éxito. Al realizar un registro en uno de los dormitorios poco después del inicio del programa, los reclusos empezaron a deslizar sus teléfonos móviles por debajo de las puertas en un intento de evitar los cargos por contrabando y las consiguientes medidas disciplinarias. Este cambio de comportamiento subraya el impacto del programa. Sin embargo, la introducción de nuevas tecnologías en las prisiones ha sido durante mucho tiempo objeto de controversia entre los activistas de los derechos digitales.
Tras una investigación de Context que sacó a la luz posibles violaciones de derechos, numerosos grupos de defensa de los derechos humanos pidieron que se actuara contra un sistema de IA utilizado para vigilar las llamadas telefónicas de los presos en 2022. Según Meinrath, de Penn State, incluso los marcos básicos, similares al implantado en Carolina del Sur, podrían iniciar una tendencia peligrosa que comprometiera los derechos tanto dentro de las prisiones como fuera de ellas. Subrayó: «El factor de estar encarcelado altera el panorama de tus derechos». Además, advirtió: «Una táctica habitual entre los regímenes autoritarios opresivos es cortar las líneas de comunicación».